OSORIO Y EL CHOQUE COSMOCULTURAL
* El capitán Mirretis convence a su lugarteniente para dejar el platillo volante estacionado sobre ese valle tan verde y manso. Despunta el alba y se emociona al presenciar, por fin, uno de los espectaculares amaneceres terrícolas. Al vivir en un planeta con tantos soles, se pierde la fascinación por fenómenos tan simples. Demasiado estímulo visual. Pero el poderío de un solo astro de fuego arrasando de luz todo a su paso, cegando los colores para luego insuflarles mayor vida, es un espectáculo digno de ver. Y más con el punto de vista privilegiado de estar suspendidos en el aire. “En lares navarros nos hallamos, Vuesa Merced. Bautizados por gracia del GPS en el nombre de valle de Lizoaín-Arriasgoiti”, dijo el subalterno Kíspur, desempolvando la oxidada lengua que aprendiera durante su última visita al planeta. Logro de un efectivo curso de inmersión imprevisto, preso en la cripta de un castillo. Un agradable cosquilleo en sus partes íntimas le recuerda la multitud d