ANTÍDOTO.

ANTÍDOTO Por María José Orellana Ríos I El hombre que hiperventila atrincherado en el laboratorio, se sorprende a sí mismo encomendándose a cualquier entidad incorpórea y superior. Casi descreyendo y renegando de su, hasta ahora, único culto confeso: lo empírico. Las luces de emergencia del edificio aún soportan el asedio. Se cuelan por el cristal de seguridad de la puerta, tiñéndole el rostro de enfermedad. Su cuerpo ya ha sido devorado por los nervios y la inanición: quedará poca cosa para el festín de sus invasores. De hecho, como ya se les parece tanto, le divierte la idea de que pudieran confundirlo con uno de ellos. Una carcajada histérica sacude su esqueleto. Hasta que le llega el sonido de la destrucción ascendiendo por la planta inmediatamente...